CUESTIONES GENERACIONALES
Los padres y la adolescencia
Pedro Calderón de la Barca escribió obras de teatro barroco que criticaban los errores humanos por desembocar en tragedias, sin embargo en La vida es sueño (1636) los errores de las acciones humanas son enmendados y llegan a un final feliz para sus protagonistas. En esta obra, el protagonista Segismundo vive encerrado en una torre del palacio, porque el rey Basilio su padre, consultó un oráculo que le decía que su hijo lo traicionaría, además, la madre del prisionero murió al darlo a luz. El curso de la obra permitirá enmendar este error cuando Segismundo prueba su valor en combate y ser leal a su padre por naturaleza, demostrando el error de su padre por haber creído al oráculo.
Los errores de los personajes de esta obra de teatro influyen en el destino de personas de la generación siguiente, es decir en sus propios hijos.
Margaret Mead fue quien abordó la temática adolescente de manera mas representativa y creó una verdadera revolución a través de su obra Coming of Age in Samoa. A Psychological Study of Primitive Youth for Western Civilization (1928) en la que describe la adolescencia de los samoanos como un proceso no traumático y por lo tanto diferenciado del producido por la cultura occidental.
Pero nacemos occidentales y transitamos por este lado del globo terráqueo de manera disímil del mundo oriental y la confrontación generacional es un punto nodal, en el que confluyen las cuestiones más importantes y diversas; se trata, en realidad, de un tema complejo en todas las etapas de la vida –y fundamentalmente durante la fase de la adolescencia- para la adquisición y la plasmación de la identidad individual y social.
La categoría adolescencia al igual que las categorías de niñez y adultez son construcciones culturales que van cambiando de acuerdo al momento histórico y al lugar al que pertenecemos, es en este momento clave de la vida adolescente donde las instituciones educativas y los docentes deben contemplar en sus prácticas pedagógicas una lectura de los fenómenos de la realidad educativa e intervenir adecuadamente, debido a las características que la contemporaneidad presenta y sobre todo por la marcada devaluación del lugar de “ley” que ocupan los padres hoy.
Donald Winnicott- eximio psicoterapeuta infantil- afirmó que los adultos son necesarios para que los adolescentes tengan vida y vivacidad, que oponerse es contenerse sin represalias, sin espíritu de venganza, pero con confianza a que los jóvenes modifiquen la sociedad y enseñen a los adultos a ver el mundo de una manera nueva; pero que allí donde esté presente el desafío de un joven en crecimiento, haya un adulto dispuesto a enfrentarlo. Lo cual no resultará necesariamente agradable ya que en la fantasía inconsciente, éstas son cuestiones de vida o muerte.
Este es un largo, difícil y tortuoso camino tanto para los hijos como para los padres y donde muchos se detienen antes de la línea de llegada. Dolto señala que la adolescencia es un movimiento pleno de fuerza, de promesas de vida, de expansión, y que no hay adolescentes sin problemas, sin sufrimientos; este es quizás el período más doloroso de la vida. Pero, por otro lado, también representa la etapa de los duelos, las angustias y las alegrías más intensos para los padres del adolescente, quienes deben enfrentar elaboraciones psíquicas complejas, debido a la reactivación y resignificación de sus propias adolescencias, en muchos casos de un modo patético, porque esta fase puede coincidir con la llegada de la menopausia y la última etapa de la vida adulta antes del inicio de la vejez.
En una nota al pie de página en El malestar en la cultura, Freud cita a Franz Alexander que se refería a los dos principales métodos patógenos de educación: la severidad excesiva y el consentimiento.
El padre “desmedidamente blando e indulgente” ocasionaría en el niño la formación de un superyó hipersevero, -es decir una formación inflexible de una parte de la personalidad que tiene la función de formar la conciencia moral y los ideales- porque ese niño, bajo la impresión del amor que recibe, no tiene otra salida para su agresión que volverla hacia dentro. Por el contrario, en el niño desamparado, educado sin amor, toda su agresión se orientará hacia fuera.
Es importante estar atentos a las contradicciones personales en las que coexisten: el deseo sincero de que el hijo sea libre de elegir él su presente y futuro con otras formas de relación autoritarista, con aspiraciones de dirigir la vida del hijo, etc. en esto hemos sido educados, y son estas contradicciones las que tenemos que captar y superar.
Esto hace necesario una comunicación abierta y sincera en la familia, en cuanto al tipo de relación que se construye con los hijos.Una relación democrática implica siempre un diálogo sincero, en el cual padres e hijos tienen que hacer el esfuerzo de escucharse realmente en las críticas y replanteos mutuos.
Del lado de los hijos los costos de este madurar son muchos. Ejemplo de esto es enfrentarse con la necesidad de elegir por ellos mismos; la soledad de jugarse con la propia responsabilidad sin el beneficio de poder descargar las culpas sobre sus padres; el construir un proyecto de vida personal propio lo que los ubica ante múltiples alternativas y, sobre todo, aprender que esta vida no es ni la misma ni la opuesta a la que los padres le indican."Para algunas cosas quiere ser adulto y para otras es un nene todavía". Vaya novedad, obviamente sí, pero tenga en claro que para usted, padre, ¡también!
Del lado de los padres se manifiesta lo difícil que en estos años de la vida del adolescente resulta la ubicación de guiarlos en función de su bienestar, de lo que este hijo, único e irrepetible, necesita para él: el aceptar que tiene que caminar solo por la vida los enfrenta con grandes temores a desprotegerlo, el que ya no busque la aprobación ni de lo hecho ni de lo por hacer, el tener que ponerles los límites necesarios en el marco de una comunicación de igual a igual, el escucharles criterios e ideologías que nada tienen que ver con aquellos que se le quiso inculcar, el tolerar el miedo en ese permitirle cada vez más libertad en su accionar. En este cambio, actitudes que van desde el total acatamiento al total desafío, desconciertan tanto a padres como a hijos; y llueven los "No sabes nada", "Dejame, no quiero hablar", los portazos, las ausencias, los encierros, los desplantes, desprecios, humillaciones y....la lista es larga.Tampoco se trata de una lucha generacional, es una etapa de crisis vital, con sus constantes vaivenes, compartiendo cambios que cuestan y mucho a ambas partes, cantidades de cuestionamientos y confrontaciones que es sano transitarlas para llegar a una nueva situación en las que ya ninguna de las dos generaciones va a ser igual que antes de comenzar esta fase.
El propósito en esta etapa es que las diferencias mutuas entre padres e hijos adolescentes sirvan, para ambos, como enriquecimiento; que las contradicciones y miedos que como padres se sienten se puedan vivir como absolutamente válidas y; como soñó Calderón de la Barca llegar así a un final feliz para los protagonistas de esta historia porque también alguna vez usted padre fue adolescente.-
Para leer
“Creciendo con Nuestros Hijos” de Ángela Marulanda
“Padres y adolescentes: más amigos que enemigos” de Michael Riera
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