Hombre
Deposita la culpa en la mujer o algo externo a él
Racionaliza, defiende, niega que tiene un problema y argumenta sus acciones violentas
Percibe la realidad rígidamente y su discurso suele ser negativo hacia los actos que realiza la mujer
Proyecta, es la mujer la que “provoca” o “no lo respeta”, “coquetea con otros”, “lo engaña” “es mala madre”. Cualquiera sea la causa del evento violento la culpa siempre es proyectada a la mujer
La dependencia emocional es excesiva, necesita a su mujer.
Descalifica a la mujer “es inútil”, “loca”, “enferma”, “celosa”.
Es celoso, obsesivo de su mujer, la controla, actitud posesiva
Mediante mecanismos compensatorios marca su superioridad, puede ejercer sus agresiones de manera pasiva (no hablarle a su mujer)
Sus actitudes desorientan muestra una “doble fachada” aparentando ser otra persona en público.
Imposibilidad de manifestar sus emociones. Reprime sus sentimientos “no es de hombre mostrarlos”
Ambivalencia emocional (Amor – Odio hacia la relación)
Dificultades para la comunicación, hombres rígidos, cerrados, autoritarios, insensibles.
No siente culpa ni remordimiento
Concentra el poder (económico, social, familiar)
Naturaliza los malos tratos “es normal”, “no te hice nada, no llores”
Manipula a los hijos para retener a la mujer
No puede cortar la relación y espera la reconstrucción del vínculo
Puede tener antecedentes penales
Fases de un ciclo
Al hablar de violencia contra las mujeres, el punto estratégico ha de ser la prevención.
En no pocas relaciones que se vuelven violentas es frecuente que el primer ataque aparezca como un hecho aislado. Pero, en muchos casos, se desarrolla el ciclo de la violencia descrito por Leonore Walker psicóloga norteamericana, la cual lo describió en tres fases:
Acumulación de tensión: pensamientos repetitivos, paranoia, enojo, discusiones, acusaciones, persecución.
Explosión de la violencia: episodio agudo de golpes/ descarga (cachetear, patear, herir, abuso sexual, abuso verbal y puede llegar hasta el homicidio).
Período de calma o la fase de luna de miel o de reconciliación: Arrepentimiento y promesa de cambio, el hombre niega la violencia, pone pretextos, se disculpa o promete que no va a volver a suceder. La trampa está en que se arrepiente.
ESTE CICLO SE REPITE
ALGUNOS EJEMPLOS DE VIOLENCIA DOMÉSTICA
—Pegar, golpear, quemar, apuñalar o disparar a un miembro de la familia.
—Insultar a alguien, tratarla sin respeto o avergonzarla; culparla sin razón, no contestarle o no hablarle
—Hacer amenazas violentas al entorno familiar o quien se acerque a su relación
—Forzar a una mujer a tener relaciones sexuales, mirar o participar en actividades sexuales en contra de su voluntad.
—No permitir a una mujer salir o visitar a su familia y amistades; enterarse de todos los lugares donde va, no dejarla trabajar fuera de la casa. Encerrarla en su casa.
—Amenazarla con retirarle el apoyo emocional o financiero.
—Malgastar el dinero cuando la familia lo necesita.
—Forzar a alguien a trabajar y quitarle el salario. Alimentar a las mujeres con menos comida que al resto de la familia.
Entre culpas y perdones
Ciertas mujeres, después de ser agredidas, van a la policía y hacen la denuncia pero, al otro día, retiran la acusación; entonces la justicia no puede hacer nada. Este es un problema muy complejo porque ellas buscan ayuda en el momento en que se sienten indefensas. Se reconoce que el diez por ciento de quienes padecen maltrato buscan asistencia externa, o sea, apenas la punta del iceberg.
Cuando buscan la ayuda, después comienza el sentimiento de culpa, porque así se manifiesta el ciclo de la violencia: después del momento de la tensión y del acto violento, el hombre se arrepiente, dice que no lo va a hacer nunca más, le promete cosas que nunca cumplirá, le dice que ella lo provocó, que él perdió los estribos por lo que ella es la culpable; él se arrepiente y promete no hacerlo nunca más. Y la mujer confía porque quiere creer o porque necesita creer.
Ese ciclo se va repitiendo una y otra vez; hasta instalarse en la cotidianeidad de la relación de pareja. La repetición del ciclo de la violencia se consolida hasta que la mujer recibe ayuda y encuentra la posibilidad, el crecimiento personal que necesita una maltratada para poder poner fin a la violencia. Es totalmente falsa la creencia de que a las mujeres les gusta que las maltraten. Son causas externas las que las obligan a quedarse. Muchas veces habla con una amiga o un familiar y le aconsejan: «¿Pero lo vas a dejar? Es el padre de tus hijos. ¿Qué vas a hacer sola? El va a cambiar, aguanta un poquito». Especialistas en la temática estiman que la mitad de los hombres denunciados por maltrato físico o psíquico insiste con la persecución, pero la otra mitad abandona esa historia, aunque puede buscar nuevas parejas para repetir el esquema de violencia.
El objetivo es que las mujeres victimas de una relación de abuso logren "reinventarse", dejar de depender económicamente del agresor, y tratar de iniciar una nueva vida
Es posible que una mujer, en un momento determinado, pueda ser responsable de alguna problemática en la relación de pareja, pero nada justifica el ejercicio de la violencia, en ninguna de sus formas. Si la humanidad ha llegado hasta hoy es porque ha prevalecido para la supervivencia de nuestra especie la solidaridad, la comunicación, el espíritu de ayuda, que es lo que permite que los humanos no nos destruyamos los unos a los otros; y como especie desaparecer.
De lo que se trata es de buscar las vías para que la educación entre los géneros confluya en la solidaridad, el respeto al otro. De ese paradigma que se ha dado en llamar la terapia de reencuentro, cuya tesis fundamental está centrada en que la vida es como un viaje que cada cual debe hacer solo, pero que resulta muy grato hacerlo en buena compañia.
Dónde y Cómo
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Oficina de Violencia Doméstica
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