Opinion
Por Veronica Sagol
En las últimas tres décadas las Organizaciones Políticas y Sindicales vivieron un proceso que comenzó con una efervescente corriente de participación en la década de los ’80 y que persiguió cambios estructurales:
La Ley de Democratización Sindical o Ley Mucci (primer Ministro de Trabajo del Gobierno del Dr. Alfonsín), que establecía la participación de las minorías en la conducción de los gremios; el Congreso Pedagógico que intento modernizar el sistema educativo y el reestablecimiento de la autonomía universitaria entre otros, marcan el inicio de un proceso político-cultural de marchas y contramarchas, de aciertos y errores, de éxitos y fracasos, que dieron paso, ya en los ’90, en un nuevo contexto internacional, al triunfo de la contracultura. La supuesta muerte de las ideologías, el reinado de las políticas de libre mercado, el Estado ausente o mejor dicho desertor, el individualismo en plenitud, culminaron en una de las peores crisis políticas que conoce nuestra historia con el recordado, “que se vallan todos”, que desbordo y dejo en evidencia las flaquezas de las organizaciones políticas , sindicales y a sus líderes.
Dos décadas en la que los argentinos pasamos de un incomparable espíritu participativo en busca de cambios estructurales, pasando por el fracaso y la frustración, desembocando en la cultura del individualismo y una apatía generalizada.
Superada ya la crisis institucional, los argentinos vivimos un resurgimiento de aquellas motivaciones que nos movilizaban para el cambio.
El debate y confrontación entre el poder político y las corporaciones. Los piquetes del campo, la ley de medios, la reforma política, la libertad gremial y la revalorización del modelo sindical argentino, son cuestiones estas que nos movilizan mas allá de pertenencias partidarias a comprometernos mediante la participación en la lucha y la militancia del lado de los sectores populares, concientes de nuestros orígenes.
Cada uno de nosotros deberá buscar el motor movilizador; para algunos será, la inseguridad, para otros las dificultades económicas y para muchos será el deseo de vivir en un país digno con nuestros hijos.
EN CADA UNO DE NOSOTROS ESTA EL CAMBIO.
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